Hasta que no abrí el libro ‘Atlas de las Islas Remotas’, de Judith Schalansky, nunca había oído hablar de Pingelap, una diminuta isla del Océano Pacífico donde muchos de sus habitantes son daltónicos. La culpa de que no puedan ver el color esmeralda del agua en sus costas, el verdor de sus bosques, el rojo atardecer reflejado sobre las olas, al parecer la tiene una mutación genética que se extendió como el fuego con la yesca, que ha condenado a uno de cada 10 a una vida gris en un mundo de colores.
Así lo cuenta la autora, Judith, en este fascinante tratado geográfico sobre 50 pedazos de tierra, que son 50 historias maravillosas. Lo presentó, hace unos días, el catedrático de Geografía Eduardo Martínez de Pisón, junto con el aventurero y escritor Sebastián Alvaro (ex director de ‘Al filo de lo imposible’) en la librería Desnivel. «Una isla es lo pequeño, asilado como dice su nombre, pero también es un oasis en un desierto, un fortín o un planeta en un cielo lleno de estrellas», fue desgranando el profesor, mientras la audiencia se rendía al embrujo de sabiduría que emanaba de sus palabras.
Martínez de Pisón nos habló de la isla fantasmagórica de San Borondón, en Canarias, de Islandia (cuando aún no figuraba en los mapas), de la Isla Livingston, en la Antártida, la única del Atlas que ha pisado, porque allí hay una base científica española, y de otras muchas tan inexploradas como desconocidas: Isla Socorro, Isla Navidad, Isla Posesión..
De todo lo que nos contó, me llamó especialmente la atención el caso de un usurpador, cosmógrafo y alto cargo durante el reinado de Felipe III (siglo XVII) llamado Andrés García de Céspedes. Al parecer, este asesor científico de la Corte se aprovechó de su acceso a las bibliotecas reales para hacerse con el ejemplar de un ‘Islario general de todas las islas del mundo’ que en el siglo anterior había realizado Alonso de Santa Cruz para Felipe II. Ni corto ni perezoso, García de Céspedes ‘raspó’ el nombre de Alonso y de este monarca, para poner el suyo y el de su Rey, un chanchullo bastante chapucero que dio el pego en su época. Un usurpador, un tramposo, o como diríamos hoy, un ‘manipulador’.
Según nos lo relataba el catedrático, la figura de García de Céspedes, sobre quien, por cierto, escribí hace unos meses un guión para CON CIENCIA de RTVE, se me transmutando en la de algunos políticos de nuestro tiempo que andan tratando de borrar, o hacer desaparecer, sus nombres de algunos papeles comprometedores donde si estaban en el pasado; de otros que los ponen con mayúsculas en leyes que, por contra, son del siglo pasado y de algunos más que quisieran poner su nombre en lo más alto, aunque sea ‘raspando’ al mismísimo jefe. Diría que habitamos en nuestra particular Isla Socorro.
Muchas son las metáforas que el geógrafo nos puso en su conferencia: isla-cárcel, isla-parque, isla-Tierra… Pero a mí se me ocurren otras que tampoco está en el Atlas, pero que cada día nos rodean más: los responsables políticos que hoy rigen nuestros destinos son también ‘islas’, pues viven separados por un gran océano de la realidad social; islas a la deriva que se alejan cada día un poco más de los continentes, que somos todos; islas de poder que, como le pasa a la isla Takuu (en Papúa Nueva Guinea), se van hundiendo a medida que aumentan las mareas, que ahora son verdes, y blancas, y rojas y violetas… Muchos de los habitantes de Pingelap no las podrían ver.
Al final del acto, nos acabó hablando de la isla más remota y deseable, que es la Isla Utopía. La que siempre está dos pasos más allá, como nos recuerda Eduardo Galeano. La que siempre tenemos que ver en el horizonte, sin perder el rumbo.
“Achromatopsia is now prevalent in almost 10% of the population (by comparison, in the United States, only 0.003% are affected)”… Me pregunto qué necesidad hay de decir “todos sus habitantes son daltónicos”… Es un 10% poco fascinante?
Me gustaMe gusta
Delicioso artículo para este despertar.
Me gustaMe gusta