(Publicado en ESCUELA)
La crisis del I+D coincide con el aumento de los escolares que no se sienten atraídos por la investigación ni las materias científico-técnicas
ROSA M. TRISTÁN
La ciencia está en crisis en España y el lamento por la pérdida de lo poco que se había conseguido en la última década ha recorrido las calles de este país, mientras en los escolares, desde las aulas, se va apagando el incipiente interés por una opción profesional que consideran demasiado difícil de superar con éxito y que hoy presenta un horizonte profesional más que incierto.
Un estudio sociológico, presentado recientemente por la empresa Everis, dedicada a la alta tecnología, ha puesto de manifiesto que los mismos chavales que desde la más tierna infancia son capaces de manejar un ordenador mejor que sus padres, que hacen virguerías con una Playstation o que pueden programar un vídeo antes que escribir su nombre, a la hora de la verdad no optan por seguir una carrera científico-técnica, una decisión que la mayoría toma en el segundo ciclo de la ESO.
Según científicos y docentes, la reforma educativa que pone en marcha la LOMCE, aprobada recientemente en el Congreso con los votos exclusivos del PP, lejos de mejorar esa situación, va a profundizar esa ‘aculturización’ científica de la población española, aun cuando ‘se vende’ con un reforzamiento de las materias de ciencias.
Y el punto de partida es más que mejorable: el reciente informe PISA sitúa a España en el último puesto, entre los países desarrollados, en cuanto a la formación en Matemáticas.
Amelia Calonge, decana de la Facultad de Educación de la Universidad de Alcalá de Henares es consciente de ese desinterés creciente: “En los últimos años se detecta una falta de interés por parte de los jóvenes hacía los temas científicos, salvo los vinculados con la Ciencia de la Salud. Sólo hay que echar un vistazo a los bachilleratos actuales para observar como los itinerarios de humanidades son más numerosos que los científicos. Esa falta de científicos hará que nuestras empresas sean menos competitivas y, por lo tanto, más débiles y con mayores dificultades para generar un empleo duradero y de calidad”, asegura.
Everis y la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona realizaron su estudio sobre la percepción de la ciencia con más de 4.000 encuestas a alumnos de Secundaria y Bachillerato, matriculados en centros educativos catalanes, y los resultados fueron esclarecedores: aunque los alumnos consideran que las carreras de ciencias, tecnología y matemáticas (las CTM) ofrecen muchas salidas profesionales y permiten encontrar trabajo con más facilidad que las Humanidades (así lo cree el 81%), encima con buenos salarios, un 75% se muestra convencido de que se trata de carreras demasiado difíciles de terminar, que están asociadas a trabajos que no son fáciles de llevar a cabo para sus posibilidades.
De hecho, según esta encuesta, hasta el 50% de los preguntados no se considera capacitado para cursar estas carreras: el 45% en el caso de las Ingenierías y la Informática y un 51% por los estudios de Matemáticas, Física o Química.
Es más, aunque las notas de corte para acceder a titulaciones universitarias de este ámbito profesional han bajado mucho en los últimos años, este sondeo sociológico detecta que incluso entre los estudiantes del Bachillerato de Ciencias y Tecnología sólo un 27% tiene preferencia por las ingenierías o la informática, un porcentaje que baja hasta el 7% cuando se les pregunta por carreras de Matemáticas, Física o Química. La mayoría se inclina por las ciencias de la salud.
Otro dato confirma el escaso eco que tiene la carrera investigadora entre los escolares: el porcentaje de alumnos que termina la ESO y que tiene decidido optar por profesiones científicas, tecnológicas o matemáticas (carreras universitarias CTM o ciclos formativos TIC) no es más de un tercio, frente al 51% que prefiere otros estudios y el 16% que aún no lo tiene decidido cuando ya está a las puertas de iniciar el Bachillerato.
EL FACTOR SOCIAL
¿Y qué es lo que hace que la ciencia y la tecnología no les llamen? Las conclusiones parecen indicar que el entorno sociocultural y familiar es determinante a la hora de tener esa concepción de la ciencia, aunque no el factor único. La encuesta refleja que entre los alumnos de clase social alta y los de baja hay una diferencia de hasta 20 puntos porcentuales a la hora de decantarse por esta vocación. Si, además, se incluye la variable de sexo, esta brecha es mayor, pues aún son pocas las adolescentes que se deciden por estudiar carreras técnicas.
“El objetivo último de nuestro proyecto es contribuir a acabar con esta tendencia de caída de estas vocaciones, a través de acciones concretas que la reviertan porque la consecuencia de ello es que ofrecemos empleo y no encontramos suficientes profesionales entre los que elegir”, señala Sergio Marcos, responsable del estudio en Everis.
Su discurso, que suena extraño en un país con miles de jóvenes emigrando para trabajar fuera, es una mirada hacia el futuro: “En nuestra empresa nosotros necesitamos ingenieros y desde 2008 hemos constatado una caída constante en las matriculaciones en las ingenierías, hasta un 45%. Hoy son casi la mitad que hace una década. Por ello, pensamos que era necesario saber qué estaba pasando en los institutos y en los colegios, que es donde se les orienta. Y nos sorprendió muchísimo que los escolares valoren estas profesiones, pero sin embargo se frenen a la hora de elegirlas por sentirse incapaces, incluso los que sacan buenas notas”, reconoce Marcos.
¿De dónde les viene esa percepción de incapacidad que genera pérdida de talento? La respuesta no parece tan clara. “Es difícil de saber, pero además del nivel socio-económico también influyen los planes de estudio y la metodología docente a la hora de explicar algunas materias que pueden ser duras, sobre todo Física y Química, que resultan menos atractivas. En el fondo, vemos que es necesaria una visualización positiva de la ciencia desde Primaria o desde los primeros cursos de Secundaria”, indica Aurelio Ruiz, profesor e investigador de la Universidad Pompeu Fabra.
Desde esta universidad, y buscando ese objetivo, han colaborado con Everis en la realización de una serie de animación (bautizada como ‘Noa y Max’) en la que de forma lúdica incorporan elementos y personajes relacionados con la ciencia para atrapar a los chavales desde la infancia.
De momento tienen un capítulo (en internet: http://www.noamax.tv), pero ya están preparando otros tres y hay en marcha un concurso escolar (en la misma web): “Nos gustaría que los docentes lo usaran en sus clases para cambiar esa visión negativa que tienen sus alumnos. En la serie tratamos temas como la gravedad, el electromagnetismo o la programación informática desde un recurso tecnológico que ellos utilizan, como es internet. Hay que tener claro que si los perdemos para la ciencia a los 13 años, ya no los recuperamos nunca”, reconoce Aurelio.
Otra vía es la que acaba de estrenar Canal Historia, dirigida a todos los públicos pero especialmente a los jóvenes. Se trata de una serie de seis capítulos, que se emitirá los domingos, en los que personajes famosos (las actrices Cristina Brondo y Macarena Gómez, el periodista Juan Ramón Lucas, el cocinero Iñigo Urrechu, Flipy del programa ‘El Hormiguero’ y la deportista olímpica María Vaco) se van a ser ‘Arqueólogos por un día’ en otros tantos yacimientos.
“Debemos aprovechar cualquier vía para atrapar a los espectadores y convertirlos en tele-integradores, que conozcan a través de los famosos cómo es el trabajo científico, y si se divierten con la ciencia, luego les interesará profundizar más”, aseguraba el codirector de Atapuerca, Eudald Carbonell, durante la reciente presentación de la serie en Madrid.
POCA CALIDAD CIENTÍFICA
Pero dentro de las aulas, la séptima reforma educativa en España, aprobada hace unas semanas, no pone fácil ese conocimiento social y general de la ciencia. Hasta ahora, en primero Bachillerato todos los estudiantes han tenido una materia común, que ha sido Ciencias para el Mundo Contemporáneo, aunque su futuro profesional se decantara por la Filosofía o la Filología Griega. Aahora, con la ‘reforma Wert’ desaparece, y con ello millones de futuros ciudadanos españoles dejaran de aprender contenidos científicos a la temprana edad de 13 años. Se trata de la naturaleza, la salud y la alimentación, los fundamentos de la tecnología que manejan y fenómenos de los que oyen hablar cada día, ya sea clonación, transgénicos, cambio climático o planetas extrasolares. “Tendremos un futuro con jueces, abogados, banqueros, periodistas, parlamentarios que nunca habrán cursado una materia de contenido científico”, recordaba el investigador Juan Manuel García-Ruiz, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en un artículo reciente publicado en EL PAÍS.
Muchas protestas ha generado también que en este cambio legislativo se haya suprimido como optativa la asignatura de Geología en el Bachillerato de Científico y Tecnológico, algo por lo que en su día 15 sociedades científicas se unieron para intentar enmendar el desaguisado, con nulo éxito. La Geología, de la que tanto se habla a raíz de los terremotos en Vinarós (Castellón) a causa de una plataforma gasística, ha pasado a mejor vida para muchos futuros ingenieros.
“Para este Gobierno las ciencias son las Matemáticas. Y punto. Nada de ciencias de la naturaleza. Y eso en un error tremendo para la sociedad del futuro”. Quien así habla es Marisa González Montero de Espinosa, que lleva 26 años como docente de Ciencias en un instituto madrileño, en el barrio de Santa Eugenia. Esta profesora es promotora del Congreso de Docentes de Ciencia que organiza en colaboración con la Universidad Complutense y la editorial Santillana y que en 2014 tendrá su tercera edición (http://www.epinut.org.es). Desde su creación, en número de asistentes no ha dejado de crecer.
González defiende que la ‘destrucción’ de las enseñanzas científicas comenzó ya con la LOGSE, y ahora se ha ‘rematado’ la faena. “Es increíble que un alumno pueda cursar un Bachillerato de Ciencias sin Biología, Geología, Física ni Química. Pero así será en adelante, y como esta falta de cultura científica me preocupa desde hace tiempo, comenzamos a organizar un congreso bianual, que ha despertado un interés enorme, con más de 80 ponencias, lo que me demuestra que los docentes sí que tienen interés en mejorar y en impartir estas materias para atraer a los estudiantes”, argumenta.
APRENDIENDO A ENSEÑAR
El interés de los enseñantes es una de las claves para lograr atraer a chavales cuyos hogares se mantienen ajenos al mundo científico y que tampoco encontrarán en la televisión un programa para su edad en el que se traten adecuadamente estos contenidos.
“Hay que hacer un esfuerzo por acercar los contenidos científicos a los jóvenes”, reconoce Calonge. “Uno de los principales obstáculos es la forma en que se enseña Ciencia, unos métodos de enseñanza basados en los libros, la transmisión de contenidos de los profesores y el aprendizaje memorístico. Y es evidente que estamos fallando. Primero, los científicos nos vendemos mal. Debemos esforzarnos en llegar a los ciudadanos con un lenguaje adecuado. Y, por otro, tenemos que buscar formas más atractivas a la hora de enseñar ciencia, fórmulas basadas en las experiencias, en las actividades de laboratorio, en lo que interesa a la gente, y no tan centradas en los libros de texto y en las abstracciones que son lejanas a las personas”, argumenta.
Marisa González lo tiene claro, y cada curso prepara un ciclo de Nutrición Infantil destinado a los niños en el que lo pasan bomba aprendiendo de primeros auxilios, análisis y alimentos. Como consecuencia, el número de alumnos que eligen la rama de científico/tecnológica en el Instituto Santa Eugenia no deja de crecer, en contra de lo que sucede en otros muchos.
“Además del entorno social, entre los alumnos está arraigada la percepción de que las Humanidades son fáciles porque dependen más de la memoria y el estudio que las Ciencias. Cambiar esto requiere un esfuerzo extra de los docentes. Por otro lado, antes podían pensar que esas carreras técnicas era difíciles, pero tenían salida y ahora ven que tampoco, que tienen que irse del país. Y para colmo, la parte atractiva de hacer prácticas de laboratorio es cierto que ha desaparecido”, reconoce la docente.
González se refiere a lo que han supuesto los recortes educativos para el mantenimiento de los laboratorios escolares, que en muchos centros han tenido que dejar de utilizarse. “Es imposible hacer prácticas porque en el laboratorio entran únicamente 17 de los 35 alumnos. Antes, la clase se partía en dos grupos y cada uno iba un día, pero ahora no hay personal suficiente para ello, así que dejan de utilizarse y las ciencias se convierten en algo puramente teórico, que no se puede experimentar, cuando precisamente es por ahí donde se les enganchaba. Yo, pese a los problemas, sigo empeñándome en hacer prácticas y les llevo a visitas, pongo DVD en clase, pero no es fácil”, reconoce.
Esta situación de las ciencias en el ámbito educativo coincide con una marcha atrás sin precedentes en la posición que se defendía de la investigación y el desarrollo como motor de desarrollo de este país, sobre todo a raíz del colapso inmobiliario.
EL ENTIERRO DE LA CIENCIA
Tras unos años de bonanza económica, a los que el sector científico llegó desde una situación de penuria, de nuevo el I+D ha caído en el olvido de los responsables políticos con la actual crisis económica. Desde el año 2009, las inversiones pùblicas en este ámbito han caído un 50% y, lo que es peor, han dejado de convocarse plazas a las que pueden optar los pocos jóvenes que sienten la vocación científica. También en el sector privado, gastar dinero en desarrollo ha dejado de ser prioritario.
Hasta este año, los investigadores han ido sacando adelante sus proyectos con ‘remanentes’ (ahorros y programas pendientes de ejecutar) que tenían en la cartera, pero desde el verano la situación se ha vuelto dramática, sobre todo para instituciones como el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que ha necesitado una ‘inyección’ extra de fondos para no cerrar, o el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, sumido en un ERE.
Hoy miles de investigadores están haciendo las maletas, los mismos cuya formación ha costado hasta 300.000 euros per cápita a la sociedad española. Algunos, como la astrofísica Amalia Moro-Martín, se van después de haber regresado de Estados Unidos hace cinco años con el compromiso de que iba a obtener una plaza. Eran tiempos de recuperación de ‘cerebros fugados’, que de nuevo salen en estampida. Pero también hay jóvenes científicos que quieren quedarse e incluso trabajan gratis para instituciones públicas con tal de que les dejen seguir sus proyectos.
Por primera vez, y sin que se conozcan precedentes en ningún país, esta situación ha llevado a los científicos a la calle, al margen de sus ideologías políticas. “No sólo porque no tenemos recursos suficientes, sino porque estamos hipotecando muchas generaciones. Este es un tren que si se para no podrá nunca volver donde estaba, porque los demás países siguen avanzando”, dice Carlos Andradas, presidente de la Confederación de Sociedades Científicas (COSCE), en declaraciones a ESCUELA.
Martín-Moro, pese a todo, anima a los jóvenes a dedicarse a la investigación. “Este Gobierno no puede durar siempre, vendrán otros y entenderán que no se puede seguir apostando por megaproyectos; quiero pensar que los alumnos que están ahora en los institutos y los colegios aún tienen margen de tiempo para que esto mejore”, afirma.
Otros, sin embargo, hacen hincapié en que la reforma educativa tiene un sesgo intencionado: “En el fondo son cambios ideológicos, que poco tienen que ver con la calidad de la enseñanza. Sólo en ese contexto se entiende que se suprima Ciencias para el Mundo Contemporáneo y se incluya la Religión en el currículo escolar. Si se eliminara Literatura, se abrirían los cielos, pero aquí se ha quitado la única asignatura común de ciencia y no pasa nada; en España la ciencia no es cultura y la Religión puntúa”, argumenta Ignacio Martínez Mendizábal, un paleontólogo que antes fue docente en un instituto madrileño.
En el acto celebrado el pasado 17 de octubre por el colectivo Carta por la Ciencia en Madrid, en contra de los recortes en I+D, la cuestión también salió a relucir, en las palabras del rector de la Universidad Complutense, José Carrillo: “Yo estudié en Francia y siempre allí estaba presente la educación en la ciencia que aquí se echa en falta”, recordaba.
Ese lamento, que los científicos llevan a sus pancartas (“Sin ciencia no hay futuro”), aseguran que no es sólo por una cuestión presupuestaria, sino por el capital humano, joven, que se está perdiendo.
Por ello, siguiendo el modelo de la ‘marea verde’ por la educación pública, los científicos ya han escogido un color, el rojo, y un objetivo, que planteó Andradas en ese acto: “Igual que la LOMCE nace para morir, porque su motivación y sus principios están plagados de injerencias de fuera del ámbito educativo, buscaremos un acuerdo de todas la fuerzas políticas parlamentarias para que en cuanto cambie la composición del Parlamento se comprometan a recuperar el nivel que la ciencia había alcanzado en España. No podemos perder ese tren, y no nos va a esperar”.
todos los niños no quieren ser cientificos esmentiras miren me con 12 años colombiana cauca,patoja y yo quiero ser una gran cientifica, perdon por no averlos saludados ola quetal todo me llamo daniela fernanda narvaez tengo 12 y mi meta es ser una gran cientifica y futbollista listo mis sueños gracias astaluego
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Pues como de costumbre me ha gustado mucho el reportaje. Para poner mi granito de arena te diré una frase que para mi resume muy bien el fracaso de la escuela hoy en día: Los niños llegan a la escuela queriendo ser astronautas y salen queriendo ser funcionarios!
En las clases no pasa nada excitante ni entusiasmante.
Un abrazo
Ana
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