Sin buques para ir a la Antártida


ROSA M. TRISTÁN
Cada vez que este Laboratorio se acerca a un proyecto científico español descubre un drama. Ahora le toca el turno a las bases en la Antártida, que según confirma Jerónimo López, presidente del Comité Científico de Investigación Antártica (SCAR) no recibirán este año la visita de ninguno de los dos buques oceanográficos españoles que durante casi 30 años han llevado a los investigadores hasta allí. Ni el Buque Las Palmas, ni el Hespérides viajarán para abrir las bases Juan Carlos I (en Isla Livingston) y Gabriel de Castilla (Isla Decepción). Así que los investigadores deberán ir de ‘pasajeros’ en barcos de otros países cuando se inicie la campaña, y ello supone que serán pocos y con escaso material.

El buque Hésperides, en la Antártida.

El buque Hésperides, en la Antártida.

«Sólo un año no fue el Hespérides porque coincidió con la vuelta al mundo de la Expedición Malapespina. Ahora, por no invertir, la pérdida puede ser irreparable», señalaba López en una conferencia en la Residencia de Estudiantes (CSIC). Como recordaba, la ausencia de los barcos científicos implica que sigue la paralizaciòn de las obras de ampliación que se estaban realizando desde 2010 en la base Juan Carlos I, unas reformas que ya no siguieron el año pasado por falta de fondos y se estarán deteriorando en aquel clima extremo. «Se necesitan millones de euros, que no hay, para acabarlas. Otra cosa es analizar si eran necesarias, porque se diseñaron sin usar la información de la que disponíamos algunos que conocemos un buen número de bases«. Y añadía: «No hay que tener una muy grande, sobre todo si no hay una planificación de los proyectos que se quieren hacer allí, como ocurre. España debe rentabilizar lo que invierte», aseguraba. Esa afirmación ponía en evidencia que el derroche español en los tiempos de bonanza recorrió hasta 13.000 kilómetros de distancia.

Pero ¿debemos estar en la Antártida? Pues para el presidente del SCAR, es indudable. Y lo argumentaba con datos. Pese a que en este país no hay un Instituto Antártico, ocupa el número 10 en número de publicaciones científicas y en citad de trabajos sobre el continente blanco. Un baremo de la calidad de los proyectos.

Leopoldo García Sancho y Jerónimo López. en la Residencia de Estudiantes (CSIC).| ROSA M. TRISTÁN

Leopoldo García Sancho y Jerónimo López. en la Residencia de Estudiantes (CSIC).| ROSA M. TRISTÁN

Y Jerónimo López, ‘nuestro hombre en la Antártida’, sabe de lo que habla; ha participado en ese continente en 10 campañas y es consciente de lo que se puede hacer en un sitio único como ese. «La Antártida es el 10% de las tierras emergidas, el continente más alto (2.000 metos de media), el más frío (mínimo mundial de -89ºC), el más ventoso (vientos a 340 Kms/h), el más helado (el 92% del hielo mundial está allí), el menos habitado, y el más protegido por un Tratado entre 50 países», recordaba.

Por todo ello, aseguró, es un lugar imprescindible para estudiar el calentamiento global y el comportamiento de los hielos, que a fin de cuentas son los que reflejan el 90% de la energía del Sol, impidiendo que el agua se caliente más de la cuenta.

ESTUDIOS DEL HIELO

Ese mundo especial está lleno de paradojas: mediciones de los últimos 30 años (España tiene bases allí desde 1988) nos dicen que así como el hielo marino del Ártico ha disminuido un 40%, en la Antártida ha aumentado el 1,2%, alcanzándose el pasado mes de septiembre un récord de 19,47 millones de kms2. ¿Y cómo cuadra este hecho con el calentamiento? «Se cree que al ser un continente los vientos son más fuertes y dispersan el hielo alrededor, ampliando su extensión. Y en los últimos tiempos hay más viento porque el agujero de ozono desequilibra las masas de aire», apuntaba el presidente del SCAR. Ese agujero, que se abre en invierno y se cierra en verano, alcanzó el pasado 12 de septiembre su valor más alto: 27 millones de kms2.

La Antártida y en rojo, el calentamiento según un reciente trabajo. |Nature

La Antártida y en rojo, el calentamiento según un reciente trabajo. |Nature

López añadía que ese aumento del hielo no significa que el continente helado no se esté calentando, lo que nos sumerge de nuevo en la complejidad de este remoto y hermoso territorio. De hecho, el IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático) tuvo que corregir sus primeros informes y reconocer que se ha calentado hasta 2,44ºC en los últimos 50 años, y que lo hará hasta en 3,4º C parael año 2100. De hecho, el 87% de los 244 glaciares que existen han retrocedido en este periodo. Eso sí, menos en la pare oriental que en en la Península y el oeste, como se observa en la imagen. 

Todo ello es fruto del trabajo de científicos de muchos países, que además de la temperatura o los glaciares, también sacan cortes de hielo, a grandes profundidades,  en los que se conserva la historia de este planeta. Ya se han detectado zonas donde el casquete helado tiene hasta 5.000 metros de espesor, con una antigüedad que se remonta a los 800.000 años (en el llamado Domo C, situado en la base italo-francesa Concordia), aunque se cree que hay hielo de hasta un millón de años en la zona Fuji. El hielo del Domo C ha permitido conocer, por ejemplo, que hoy tenemos un 30% más de dióxido de carbono en la atmósfera que en el Pleistoceno Medio. López recientemente vió cientos de esos cortes en un instituto científico de Tokio, donde se conservan a -50ºC.

LA CORTEZA ANTÁRTICA

También hay mucho que estudiar debajo de esa capa de hielo. Valles, cordilleras y lagos se esconden con muchos misterios aún por desvelar. Fue el año 90 cuando científicos de la base rusa Vostok descubrieron que justamente debajo tenían un lago subterráneo que es casi como la mitad de Cataluña. Hoy ya se sabe que en todo el continente hay más de 400 (aunque el de Vostok es el más grande) y que se conectan con canales de hasta tres kilómetros.

«Hay muchas preguntas a las que la ciencia tiene que dar respuesta, y por ello desde el SCAR hemos seleccionado 75 personas para que detecten cuáles son los grandes temas científicos que debemos estudiar en el futuro entre el millar de preguntas que nos han llegado de expertos de todo el mundo, españoles también. La función del SCAR es precisamente coordinar los trabajos, para que no se repitan. Y España debe estar ahí, en esos foros. Pero es algo que depende de una sólida contribución científica que no podemos abandonar, porque perderemos el tren».

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