Fernanda Arduino tiene 32 años. Nació a 1.200 kilómetros del mar, pero desde muy joven se empeñó en ser marinera. Fernanda es argentina y activista de Greenpeace. No está entre los 30 detenidos en Siberia, pero podría estarlo. El año pasado, como los apresados por las autoridades rusas, navegó hasta el Ártico en el rompehielos Artic Sunrise de los ecologistas, y se subió a una plataforma gasística rusa.
Hace unos meses, sobre la cubierta de ese barco, hoy confiscado, me fue contando su historia con estas palabras: «Nací en Santiago del Estero, en el mismo corazón de Argentina. Desde muy joven he sido socia de Greenpeace porque siempre me preocupó el medio ambiente. Soñaba con trabajar para la organización, pero no sabía cómo. También me atraía el mar, y los barcos, quizás porque había nacido tierra adentro. Como en Santiago no encontraba trabajo, me fuí a Ushuaia, al extremo sur de mi país, que es la ciudad más cercana a la Antártida. Quería «»hacer un curso de marina mercante».
Fernanda pasó allí un largo año, en una clase donde de 30 alumnos, sólo tres eran mujeres. Cuando acabó, en el machista mundo marinero no había espacio para ella. Un año y cientos de visitas a puertos más tarde, un gigantesco buque/factoría la contrató: Centurión del Atlántico. Es uno de los pesqueros más grandes del mundo, con más de 118 metros de eslora y 279 empleados a bordo.
Su empresa propietaria Entremar S.A. había logrado que el Gobierno argentino autorizara a Centurión la pesca anual de 11.680 toneladas de merluza de cola, 16.740 toneladas de polaca, más un volumen incierto de otras especies. Y así desde 2009 a 2024. Son cifras que marean más que las olas en una tempestad. Pero el Centurión no ha llegado a esa fecha, y ahora están desarmándolo, como me cuenta Arduino desde su tierra natal.
La vida a bordo fue muy dura. Tanto que Fernanda prefiere no dar detalles de lo que pasó. Reconoce que aún teme represalias. «Yo no trabajaba de marinera, sino en la factoría de la bodega, cortando, procesando y preparando el pescado para congelar. Hacíamos pasta surimi con la merluza. Se fileteban y se lavaban y secaban varias veces, hasta obtener la pasta. Luego se congelaba y se enviaba a otros países, donde se les daba el sabor que no tienen».
Hasta ahí, lo imaginable. Pero lo que no podía suponer Fernanda era el expolio absurdo, insaciable, grotesco en la barbarie: «Las redes de arrastre del Centurión traían todo tipo de especies; y cada día se tiraban al agua unas 200 toneladas de capturas de deshecho. En cada jornada, echaban las redes tres veces. Volvían con merluza, pero también con tiburones, abadejos, calamares, y muchas crías de otras especies. En teoría, debían utilizarse para hacer harina de pescado, pero como la factoría no daba abasto, lo devolvían ya muerto al mar. Incluso la merluza la echaban por la borda muerta, cuando la factoría no la procesaba al momento. Era un vaciar del mar continuo. Una barbaridad«. Tanto estiraron de la cuerda que desde hace dos años no encontraban suficiente pesca y sus propietarios le dejaron en dique seco, hasta su destrucción.
Seis años y medio pasó la joven marinera encerrada en su bodega, en los meses que duraba la temporada de pesca, aguantando el maltrato de algunos ¿compañeros?, navegando por el sur de las Malvinas para proveer de ‘surimi’ al mercado mundial: «Hasta que un día, unos amigos me dijeron que si mi sueño era trabajar en Greenpeace por qué no les contactaba, ahora que sabía tanto de marinería y pesca. Era 2011, y la organización estaba en plena campaña por la pesca sostenible, así que les escribí y me llamaron. Cuando me embarqué en Amsterdam en este mismo barco (el Artic Sunrise) no me lo creía. Y desde entonces ya he hecho cuatro viajes».

El Artic Sunrise, durante su última acción en España, manifestación por la pesca sostenIble. |ROSA M. TRISTÁN
Uno de los momentos más complicados los vivió el año pasado, durante la misma campaña en el Ártico que ahora ha terminado tan mal. «Estuvimos una semana encadenados a la plataforma de Gazprom, tratando de impedir el trabajo de los operarios rusos. Unos nos agarramos cuatro al ancla y otros se engancharon a la plataforma, a modo de protesta pacífica. Desde arriba nos empapaban con mangueras(vídeo). Pero con la emoción, ¡ni frío sentía! Reconozco que tuve miedo de lo que pudieran hacernos. Aún así, volveré a hacerlo y seguriré cooperando con la causa ambiental. Yo he visto con mis propios ojos cómo los inspectores miran a otro lado cuando se incumple la Ley. y eso no se olvida«.
Fernanda reconocía que abordo de un barco de Greenpeace se trabaja duro, y yo misma pude comprobarlo. Como marinera, la joven cumplía turnos de día y de noche. Algunos, entre mareos provocados por el temporal que a mí me tuvieron 48 horas enclaustrada en la litera, intentando mantener los órganos en su sitio.
«Aquí siempre hay algo que hacer. Pero nos une el afán por cambiar las cosas que tenemos. Compartimos la necesidad de que el mundo sea consciente de lo que le estamos haciendo. Y esas gentes que no están aquí, pero nos apoyan con sus firmas y sus cuotas son más importantes que nosotros«.
Cuando me enteré del ‘secuestro’ de la tripulación del Artic Sunrise, hace hoy 37 días, pensé en ella y en sus compañeros durante aquella singladura contra una pesca infame que esquilma los océanos con métodos absurdos. No ví su rostro entre los detenidos en Rusia, a quienes dediqué un espacio en este Laboratorio. Después desde Greenpeace Argentina me enviaron este vídeo de Camila Speziale, de 21 años, hoy en una lúgubre cárcel siberiana, y también el dossier firmado por expertos en derecho internacional que hablaba del absurdo de la denuncia de piratería que se les había puesto, ahora metamorfoseado en otra denuncia por vandalismo.
Hoy para esta convocatoria especial de ‘acción bloguera’, comparto esta historia de Fernanda, la joven que soñaba con ser marinera. Dedicada a los seres humanos que, sean de donde sean, no son ‘piratas’, ni vándalos, pero se juegan años de cárcel por el cuidado de nuestro tesoro: este planeta.
conozco a fernada arduino por que navego conmigo en el centurion del atlantico el infame barco al cual hacen referenci y debo acotar que ella en esos tiempos era la amante del capitan y no le veia la preocupacion de la devastacion del mar si no en pasarla lo mejor posible a bordo dejo el barco cuando se termino la relacion con el mismo(el capitan)………coicido con que los inspectores miran para otro lado pero tambien vale aclarar que los mismos no tienen el poder que dice que tienen por que eso se maneja de tierra y no solo en el centurion si no en todos los barcos de arrastre y el el barco como maximo se embarcaron 90 marineros y no los 279 y toda es gente que viene a ganarse el pan y no a hacer pirateria como lo cuentan por lo de mas felicito a fernanda por haber realizado su sueño de trabajar en greenpeace pero creo que habla mas por despecho que por conciencia de la depredacion y en los barcos hay mucho compañerismo y no solo ella fue marinera de abordo si no muchas mujeres mas y el mundo de los marinos no es tan machista todos o en su mayoria tienen mujer e hijos hijas y saben lo que es tratar a una mujer no engañemos a la gente…………y hay pesqueros mayores que el centurion sin ninguna duda en el resto del mundo y para terminar ni fue a deshueso ni se destruyo si no que sigue pescando solamente dejo de hacer surimi………….un abrazo
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