No deja de ser sorprendente que a estas alturas del siglo XXI aún la Religión forme parte del debate educativo, y que lo haga con más fuerza que la enseñanza de disciplinas científicas. Los profesores que imparten esta materia de ‘fe’, que dependen de la Conferencia Episcopal pero que pagamos todos, supusieron a las arcas públicas 94 millones de euros. Y curiosamente este es, aproximadamente, el ‘agujero’ financiero que tiene el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) para no colapsar totalmente, como se publicó hace unos días. Los 94 millones son para menos de 3.000 docentes, los 100 millones para que el engranaje que da trabajo a 15.000 investigadores pueda seguir adelante.
Y mientras escuchamos a altos dirigentes eclesiásticos, como el cardenal Rouco Varela, arremeter contra los homosexuales y contra el aborto (por cierto, que el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, no tardará en aplicar sus sermones a nuestra legislatura), los científicos tienen abandonar sus laboratorios a las seis de la tarde, porque hay que ahorrar en la factura de la luz, y si un colega extranjero quiere dar una conferencia, deberá hacerlo entre semana y antes de esa hora, o quedarse con las ganas.
Deberían no sorprenderme a estas alturas estos desajustes. A fin de cuentas, no hay más que hacer un repaso de la historia: a comienzos del siglo XX, el matemático Leonardo Torres Quevedo tuvo que financiarse los trabajos que le dieron fama mundial por falta de apoyo público, el físico Blas Cabrera se exilió tras la Guerra Civil porque le despojaron de su cátedra, Julio Cervera podía haber pasado a la Historia como inventor indiscutible de la radio si no hubiera sido despreciado por sus superiores militares; el helicóptero de Federico Cantero Villamil quedó en el olvido tras el golpe franquista de 1936; Severo Ochoa se fue a Estados Unidos para poder trabajar y al final conseguir un Nobel…. Y mucho más atrás Miguel Servet, que descubrió el funcionamiento de la circulación menor de la sangre, ya en el siglo XVI se enfrentó a la Iglesia y acabó en la hoguera. Son tantos (a decir verdad casi todos los que destacaron o pudieron destacar en la investigación en este país) que el listado sería interminable. Desgraciadamente, o se fueron para triunfar o se quedaron y sucumbieron, con pena y sin gloria.
Y a pesar de estos antecentes, aún me deja perpleja esta miopía recurrente de los políticos españoles, incapaces de entender que si la especie humana se diferencia de otros grandes primates ha sido gracias a su capacidad de innovar, de ir un poco más allá en busca de nuevos horizontes, geográficos o intelectuales.
Hay muchos que piensan que al menos la Religión sirve para fomentar buenos sentimientos en las relaciones humanas. Pues bien, el historiador Emilio Castillejos revela en su último libro los entresijos que esconden los manuales que los escolares utilizan para sus clases de Religión. Es una exhaustiva investigación de sus contenidos, comparativa y analítica. En la entrevista que incluyo a continuación, publicada en ESCUELA, habla de este trabajo, que no tiene desperdicio. A continuación, incluyo los links de lo que hoy los niños aprenden en Religión.
Ante situaciones de crisis, el ser humano da vueltas sin rumbo como un animal enjaulado, pero en el caso del ser humano es victima de su propio egoísmo… cuando se apoya una fe concreta (en nuestro país, la católica) y se ningunean los fondos publicos (y por tanto de gente de muchas confesiones y de ninguna) para que avance el conocimiento se muestra la autentica degradación moral de los dirigentes que impulsan tales medidas, que desde luego no pueden compensar yendo los domingos a misa por mucho que incluyan esto entre los pecados que confiesen…
Me gustaMe gusta
Si la religión católica tuviera que estar financiada por sus fieles, como lo hacen otras, veríamos que poquitos verdaderamente «católicos» quedaban. Me temo que no se atreven a hacer la prueba. Mientras tanto, pagamos por nuestro propio adoctrinamiento (o intento de ) y el de nuestros hijos.
Me gustaMe gusta