ROSA M. TRISTÁN
Son 52 fotografías y 97 minutos. Imágenes de hace tan sólo seis meses que los periodistas Javier Bauluz y Marcos Martínez Merino nos traen de nuevo a la cabeza; la lucha de los mineros que llenó las carreteras de medio país, que abarrotó las calles de Madrid el pasado mes de septiembre. Son 52 pedazos y 97 minutos de vídeo para no olvidar que el conflicto sigue abierto y muchas familias, como un goteo con fecha de caducidad, siguen saliendo de la mina para ir a la nada.
El sábado 2 de marzo, Bauluz, que tiene en su haber el premio Putlizer de Periodismo y Marcos Martínez Merino, que dejó las cámaras de Telecinco para irse embarcarse en una nueva aventura vital, presentaron en la Casa Encendida de Madrid su libro #Resistenciaminera, con Jordi Évole como maestro de ceremonias. Fueron muchos los que no pudieron entrar y tuvieron que conformarse con seguir el coloquio por una pantalla.
Évole, como entrevistador, fue sacándoles información sobre un proyecto aún inconcluso (Marcos está preparando un documental) que se fraguó en el descansillo de la escalera del edificio donde donde Javier y Marcos eran vecinos, por esas cosas del destino que van configurando la vida. Marcos había dejado Madrid y su trabajo para seguir el conflicto minero. Bauluz lo había vivido desde pequeño en su tierra asturiana.
Ante una audiencia entregada, el primero fue contando cómo recorrió 250 kilómetros andando de la mina a la capital, sus vivencia en Pola de Lena con sus vecinos de manos recias y rostro ennegrecido.
A mi cabeza enseguida vino aquel día en el que, como reportera de EL MUNDO (MINAS EN EL MUNDO) bajé a una mina en León. Era el pozo Mariángela de la mina Virgilio Riesco. Recuerdo el polvillo que me inundó los pulmones, que cegó mis ojos. «Las minas son nuestra vida, el carbón nuestro alimento», me dijo entonces la mujer de uno de aquellos mineros que llevaban encerrados más de 700 horas al fondo de una estrecha galería bajo tierra. No he podido olvidar el traqueteo de la vagoneta que me llevó al interior de la tierra, el agobio de la falta de espacio, la camaradería que se vívía allá abajo, la dignidad y la fuerza que transmitían sus miradas, su intenso sentir que eran ‘todos a una’.
EL CARBÓN QUE NOS LLEGA…
Y, ahora, casi 20 años después, siguen diciéndonos que el carbón se apaga, que no es rentable, que no puede subvencionarse, que su muerte es segura. Y cuando planteo a Marcos Martínez y Javier Bauluz la necesidad de alternativas más sostenibles, más eficaces, descubro qude me faltan datos. Y los busco. Y encuentro que, efectivamente, como me explican, el dinero para reconvertir las cuencas mineras en algo con mejor futuro, se ha ido en construir centros tecnológicos y balnearios en Gijón, a 50 kilómetros de las minas, que se han gastado en hacer autopistas, que invirtieron casi 500 millones de las antiguas pesetas en una sociedad de desarrollo llamada SODECO para crear 76 puestos de trabajo….
EL REAL COSTE AMBIENTAL Y SOCIAL
Cierto es que el carbón, como combustible fósil, genera gases de efecto invernadero y que debería sustituirse por energías renovables para evitar el calentamiento global. Pero también es verdad que, desgraciadamente, el Gobierno ha decidido no apostar por las fórmulas limpias, sino por importar ese carbón que no quiere sacar en León o Asturias, y que nos llega de Colombia, de Rusia, de Sudáfrica y hasta de Australia. Sólo traer millones de toneladas desde tan lejos es indudablemente mucho más costoso para el planeta que sacarlo de al lado de casa.
Pero es que, además, escarbas un poco y descubres que 10.000 mineros colombianos están en huelga porque sus condiciones laborales son infames, que en las regiones subtropicales de La Guajira y César, de donde saca el presidente Santos el mineral, los casos de destrozo medioambiental son continuos, que están desplazando a pueblos indígenas a los que ya se ha dañado su salud. Y en Sudáfrica resulta que no siempre miran si el trabajador es menor de edad, que la policía les mata a tiros cuando protestan y que, por si todo ello fuera poco, son todas minas a cielo abierto y también envenenan el agua que beben sus habitantes, según reconoce hasta en Naciones Unidas.
Así que me quedo sin argumentos para no unirme a esa #resistencia minera que han retratado Bauluz y Martínez. Y vuelvo a sentir ese picor que entra por cada poro, el grisú, que tiñe las caras de esas fotos pero no apaga el brillo de las miradas.
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Por cierto, Javier Bauluz, que es director de Periodismo Humano, y Marcos Martínez venden su #Resistenciaminera a través de Paquebote.com y en diversas librerías de Asturias y Madrid que se pueden consultar en la web de ese medio.
Luis Cuesta:»Muy bien por Rosa. Ya decía yo que en energía también hay muchos intereses creados. Cuando alguien se ponga a investigar en serio si llenar el planeta de aerogeneradores (que conste que a mí no me molestan paisajísticamente) es una cuestión de apostar por energías renovables o por enriquecer a algunos: ¿se ha valorado el coste de reciclar los productos utilizados cuando se acabe su vida útil?, por poner un ejemplo.»
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Muy bueno, Rosa…cada vez escribes mejor, con más sentimiento, más libre, más tú misma. ENHORABUENA
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