«Para arreglar el presente, estropeamos el futuro». El psicólogo Carmelo Vázquez, catedrático en la Universidad Complutense de Madrid, resumía así el sentir de los cientos de científicos que ayer se concentraban en el campus madrileño contra los recortes en investigación, convocados por el colectivo Carta por la Ciencia. Desilusionados, gestionando una miseria para mantener vivos sus proyectos, viendo como cada día los mejores cerebros hacen las maletas….
España, el primer país donde los investigadores se manifiestan en las calles en defensa de su trabajo. Y el día era gris, como su estado de ánimo. Una fina lluvia iba empapando sus quejas…
Y, sin embargo, su trabajo es reconocido a nivel internacional. Deberíamos estar orgullosos: según el índice ‘Scimago Institutions Rankings, que evalúa a las 3.290 instituciones del sector más relevantes del mundo, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ocupa el noveno puesto en producción científica, por delante de la Universidad de Oxford o el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
«¿Investigar en 2013? Con un 26% menos de presupuesto para el año que viene, no sólo no podremos ayudar a la investigación de nuestros docentes, sino que no tenemos ni para mantenimiento del edificio, ni para toner de impresoras, ni para arreglar ordenadores que se estropeen, mucho menos para becas o para poder invitar a conferenciantes de prestigio internacional», me aseguraba el decano de Psicología en la UCM, Carlos Gallego.
Alrededor, pancartas denunciando que, por primera vez en la historia, el presupuesto público para I+D disminuye (un 31% en los dos últimos años según la COSCE),y globos de colores que salen volando para no volver, como lo hacen las mentes más brillantes de cada laboratorio. A veces a destinos insospechados, muy lejanos. Es el caso de Diego García-Bellido, o el de Amada Bolaño. Esta joven, que se autoproclama ‘exiliada en Camboya’, tuvo que emigrar al país asiático en busca de un puesto de trabajo que aquí no llegaba. Ahora investigadora en el Instituto Pasteur.
A pocos metros, un compañero que trabaja en el laboratorio del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CIAL, mixto CSIC-UAM) por la asombrosa cifra de 300 euros mensuales. O la joven promesa que la pasada semana fue ‘fichada’ por el Max Planck de Alemania… Aquí cobraba 1.500 euros y la ofrecieron 4.000. Una oferta que no podía rechazar.
Luis Miguel García Segura, ex director del Instituto Cajal y experto en neurobiología aportaba la visión histórica: «Nunca la ciencia estuvo tan mal en este país. Cuando yo empecé, en los años 70, éramos pocos, y con escasos recursos, pero íbamos a mejor. Estábamos ilusionados en crear ciencia. La Ley de la Ciencia de 1986 supuso un gran impulso. Pero ahora todo se desmorona, como una pirámide a la que le quitas la base«, describía con tino. «Ya no se trata del dinero, porque es muy poco lo que precisamos, sino de voluntad política, ni con Aznar estuvo tan maltratada. Montoro (en alusión al Ministro de Hacienda), ni siquiera nos da el dinero que ya estaba comprometido», se quejaba a pocos pasos José Luis García.
«Desarmados, incomprendidos» , es como siente a los investigadores Miguel Campanero, un veterano del Instituto de Investigaciones Biomédicas Alberto Sols (UAM-CSIC), y también el catedrático Jesús Cruces, de la UAM, uno de esos sabios que buscan soluciones a la más rara distrofia muscular: «Pedí recursos para tres proyectos en el Ministerio de Sanidad y me han dado para dos, pero con mucho menos dinero del que necesito, así que tendré que rebajar los objetivos. ¡No puedo conseguir mucho con poco! Aún así, y en un área directamente relacionada con la mejora de la salud, se siente afortunado: sólo un 17% de los proyectos que se solicitaron han sido aprobados.
Ni siquiera Carmelo Vázquez, volcado en los últimos años en el movimiento de la Psicología Positiva, ve una salida fácil del agujero en el que el Gobierno está enterrándolos a marchas forzadas: «En Psicología, somos una de las 10 facultades más prestigiosas de Europa. Nos exigen estar entre los primeros, pero ¿cómo lo vamos a hacer sin dinero, con un presupuesto que es el 1,3% del PIB, frente al 3% de nuestro entorno? Es imposible. Ningún país en crisis ha recortado en Ciencia, salvo el nuestro. La sociedad debe ser consciente de que universidades como la Complutense, con 80.000 alumnos, no puede mantenerse con 500 millones y se puntera en investigación».
Bien es cierto, como reconocía Carlos Andradas, presidente de la COSCE, que a los científicos no les gusta salir a la calle, y por ello la movilización en Madrid se hizo en un lugar discreto, poco visible para los ciudadanos, pero fue un primer paso, que tuvo su eco en otras muchas ciudades (Sevilla, Santiago de Compostela, Oviedo, Málaga, Valencia….). Andradas me adelantó que podría haber más en el futuro: «Pensamos que tenemos razones suficientes. En breve, se discuten también los presupuestos para 2013 en Europa y tenemos que explicar a la sociedad lo que estamos perdiendo, que es el futuro, convertirnos en un país dependiente, sin puestos cualificados, y por ello vamos a seguir trabajando para que se os oiga».
Comparto las reivindicaciones de los manifestantes pero decir que el CSIC produce más y mejor calidad que el MIT es algo que no se debe hacer ni bajo el efecto de opiáceos.
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En España, en 1560, se eligió, de manera consciente y sabiendo las consecuencias, el rechazo frontal a la ciencia moderna, a la ciencia entonces europea, y se decidió que España sería el reducto del geocentrismo y la defensora de la tradicion catolica mas retrograda. Felipe II y sus consejeros sabian perfectamente a que condenaban a España, pero lo eligieron para garantizar la gobernabilidad de un pais docil, que no se rebelo hasta 1930: 370 años de paz social en la mas absoluta miseria garantizada, como la paz social actual de Marruecos, por la ignorancia más supina. El grupo de nobles y ricos sigue siendo noble y rico aunque sus subditos sean pobres. Se garantiza que no haya start-ups y por lo tanto nadie intente añadirse al escalafon de ricos ya existente. Se controla que la elite monetaria sea un gupo cerrado sin los problemas de los parvenus. En las sociedades feudales los nobles son felices y sencillamente no se enteran de si sus -servidores- (esclavos) existen o no. Para eso tienen a los administradores que los separan totalmente de la -plebe-. Al tiempo.
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