Un agujero de 450 millones que hará un socavón


No son más de 450 millones de euros, un poco más que dos aeropuertos en Castellón de la Plana o la inversión de Zara en España durante este año, pero no contar con esa cantidad puede estrangular el sistema de ciencia e investigación en España, según me reconocía ayer Carlos Andradas, presidente de la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE). Fue al término de un acto en la sede central del Consejo Superior de Investigacies Científicas (CSIC).

Acto en el CSIC con Mateo Valero, García-Bellido, Jesús Ávila y Arsuaga

Acto en el CSIC con Mateo Valero, García-Bellido, Jesús Ávila y Arsuaga

COSCE y otras organizaciones habían convocado allí a los científicos para darles a conocer el documento que han elaborado  para enviarlo al Congreso de los Diputados; ( se titula «Sin I+D+i  no hay futuro» y denuncia que para 2013 las arcas están en bancarrota con unos recursos disminuidos en un 7,21% respecto a este año, según los Presupuestos Generales del Estado presentados por el Gobierno (tras ls sangría de un 25% menos en 2012). Son 5.932 millones de euros, apenas el 1,35% del Producto Interior Bruto, frente a una media del 2% en la UE o un 2,8% en Alemania. Y para colmo, la caída mayor la sufren las subvenciones (un 80%) que es de lo que se nutren los investigadores. Ellos no pueden acogerse a préstamos que no tienen seguro devolver..

También se destacó el desastre de eliminar el programa JAE del CSIC (becas para jóvenes investigadores), o de convocar para no se sabe cuando en 2013 las plazas para 175 contratos del programa Ramón y Cajal, si es que se cubren, porque sus condiciones son prácticamente imposibles (¡25 de 85 puntos se dan por haber dirigido un programa internacional!).

Las cifras las fue desgranando Andradas ante un auditorio de ilustres como la bióloga Margarita Salas, el paleontólogo Juan Luis Arsuaga, el neurocientífico Alberto Ferrús, el genetista Antonio García-Bellido y su hijo Diego (que pronto será un exilado científico en Australia), el biólogo Jesús Ávila y tantos otros sabios en una sala que, sin embargo, no llegó a llenarse.

INICIATIVAS DIVERSAS Y DISTINTAS

¿Acaso no preocupa a los científicos que el sistema se hunda? Parece lógico pensar que sí, y de hecho en estas semanas han surgido varios informes y recogidas de firmas que así lo avalan, pero da la sensación, desde fuera, que aunar sensibilidades políticas y situaciones profesionales no resulta fácil, y movilizar a este sector menos. De hecho, hubo quien criticó que el comunicado (apoyado por la Conferencia de Rectores, la Plataforma por la Ciencia Digna, los sindicatos y los Jóvenes Precarios) mencione la huelga general del 14-N, por tratarse de algo político. Pero ¿no se estaba hablando de política científica llevaba a cabo por un Gobierno que es político?

El acto en sí tuvo un formato demasiado rígido. Hubo varios intervinientes convocantes, y casi todos repitieron las quejas, pero hubo pocas propuestas de acción. Se dijo que va a aumentar la brecha entre los científicos de más edad y los jóvenes, que parar el vehículo de la ciencia no es quedarse en un sitio y luego recuperar, sino que es un retroceso mientras los demás siguen adelante (¿y quién les pilla luego?),  que la investigación está en la base misma de la salud, de la educación, del bienestar social, que además puede generar riqueza económica.  Otros,  como Jesús Ávila, puntualizaron que no todo se puede medir en beneficio monetario, porque la ciencia básica no suele generarlo.  Y se repitió que la generación que se está marchando es «la generación regalada a otros países» porque su exilio es obligado.

UNA INVERSIÓN PEQUEÑA 

Después hablaron algunos presentes. Arsuaga defendió que «la ciencia se liga a un pensamiento libre y crítico y a la garantía de una sociedad más justa«, criticando que todo avance científico se contabilice en euros y apostó por un desarrollo basado en el rico patrimonio histórico español. Ávila renegó de quienes defienden que sólo trabajen los de ‘reputada excelencia’ porque, dijo, que así acabaríamos como los países que sólo tienen un monocultivo y, además ¿cómo definir esa excelencia?. También  insistió en que «la inversión que se pide es pequeña, pocos cientos de millones, para el problema tan grande que genera no tenerla». «No entiendo como los políticos no lo ven», aseguró.

García-Bellido se mostró pesimista respecto a una solución, mientras no haya políticos que se impliquen en la defensa de la ciencia, que conozcan el proceso científico… y no los hay en este país, como pudo comprobar Andradas recientemente al reunirse con una comisión mixta en el Congreso.

Al término de las intervenciones no hubo mucho tiempo para debate. De hecho, parte del público se había ido. Algunos reclamaron más contundencia, recordaron que el CSIC se hunde (su déficit este año es de 20 millones de euros y en 2013 aumentará otros 16 millones) y que el presupuesto de ingresos previsto no cubre ni los gastos de personal. Hubo también algún joven que reclamó más acción… Pero, en general, como espectadora, me dio la sensación de que ese barco a la deriva que es el sistema científico español está carente de capitanes que marquen el rumbo y estén dispuestos a dar la batalla. Y tampoco hay muchos marineros dispuestos a seguirles, de momento. Demasiadas partes en un todo.

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  6. Felicidades por tu artículo, Rosa.
    Me gusta el toque crítico que aportas, precisamente dirigido contra los que tanto quieres y defiendes. Eso es objetividad. Y pones el dedo en la yaga: los científicos no vemos la misma realidad, no sentimos las mismas sensaciones, no opinamos del mismo modo. Y eso es normal y altamente positivo, pero contraproducente a la hora de diseñar una estrategia para luchar por un bien común, que es ahora la supervivencia.
    Hablas de refilón de la «política científica» y el principal problema, a mi entender, es que en España, en general, esa combinación tiene mucho más de política que de científica. Y eso no sólo se aplica a los políticos y altos cargos. del ministerio, sino se detecta en los científicos de base, también a pequeña escala.
    Efectivamente, el mal es que los políticos no conocen y no se interesan por la ciencia. Pues si los científicos no conseguimos atraer a los políticos a nuestro campo, habrá que animarse a acercarse al suyo, ¿no? Tal vez la solución llegue cuando algún científico consiga adentrarse en la selva de la política y ocupar un puesto relevante desde el cual tratar de aupar a la ciencia… antes de que el virus de la política acabe por arrastrarle también a él/ella al lado oscuro…

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    • Pues si. Tuvimos una ministra, pero venia de una empresa privada, y un secretario de Estado, Carlos Martínez, que acabó tirando la toalla… Parece de risa, pero Carlos Andradas contó ayer que los diputados de la comisión mixta no entendían que una cosa eran los fondos no financieros (subvenciones) y otras los financieros (préstamos). Así va este país…..

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