Fue hace unos 800.000 años. Un grupo de humanos de una especie que no se ha identificado aún (¿’Homo heidelbergensis’, ‘antecessor’ quizás?) se reunieron en torno a una hoguera dentro de la Cueva Negra, una gran caverna cerca del río Quípar, en el municipio murciano de Caravaca de la Cruz.
Los restos de aquellas brasas acaban de ser localizados a cuatro metros y medio de profundidad por un equipo de la Universidad de Murcia, dirigido por el profesor británico Michael Walker, que lleva años trabajando en el yacimiento.
Walker me contaba hace unos días que no tenía más remedio que dejar la cueva para irse a trabajar a la Sima de las Palomas, un enclave neandertal situado en una elevación (Cabezo Gordo) mucho más reciente; no hay ni tiempo ni recursos para mantener dos equipos de excavación, pero el investigador, que volverá al año que viene, tiene la convicción de que quienes habitaron allí hace entre 780.000 y 900.000 años pueden ofrecer muchas pistas sobre los primeros europeos, y por ello será uno de los yacimientos que más den que hablar en el futuro.